Ayer vivimos la despedida no solo de un futbolista, sino de un hombre ejemplar para todos: Eric Abidal. El francés, que tras un arduo periplo llegaba al final de su particular camino con una fuerza titánica y un espíritu inquebrantable, espoleado por su deseo de vencer a la peor de todas las enfermedades por segunda vez para volver a sonreir sobre el terreno de juego, no pudo contener unas lágrimas que se adivinaban de impotencia. A su lado, presidiendo la mesa en sala de prensa, Sandro Rosell con cara de autosuficiencia, alegando que supone un palo muy duro para la directiva decirle que no al galgo de La Martinica. ¿Sinceridad? No lo se, pero pienso que en determinados momentos no se ha sido todo lo sincero que se podía con Abidal, a quien Bartomeu prometió públicamente, allá por diciembre, su renovación si hubiese jugado un solo partido, y me asquea pensar que lo dijese confiado de que Éric no saliese victorioso del envite.
Si en el Barça queda algo de conciencia, ayer mismo debieron dimitir no solo Bartoméu por demostrar tener una boca tan grande como el club al que representa, sino también y aunque fuera por vergüenza torera, Tito Vilanova. Una locura, pensarán algunos. Cuestión de ética y de conciencia, opino yo, porque no es de recibo que si Abidal, ya recuperado y fuera de todo riesgo, sale del club, qué menos que Vilanova (repito, por una cuestión ética) abandonase el barco por ser víctima todavía de la misma enfermedad que, dicho sea de paso, espero supere muy pronto. Pero la realidad es muy distinta, y es que ayer el club catalán, el cual se vanagloria de unos valores que dice tener pero que en los últimos tiempos no lo demuestra, dejó de ser «Més que un club» para empezar a ser «Un club més», porque UNICEF se fue al garete para dar paso a otra agencia más de aerolíneas, porque prevalece el interés comercial sobre el valor humano.
Se que mucha gente piensa que el Barça no puede ser una ONG, ni una casa de monjas caritativas, y estoy de acuerdo, pero creo que es bastante deleznable haber dado un trato tan irrespetuoso hacia un héroe, antes en el ámbito humano que deportivo, que se merecía, al menos, una última oportunidad. Mientras tanto, el público sigue esperando una explicación real a todo esto.
Como aficionado al fútbol solo puedo darle las gracias a Abidal por lo que ha supuesto desde que llegó, y me habría gustado verlo un año más sobre el césped, aunque no se qué habría resultado. Lo que si se es que él no se merecía este final. Fins aviat, Éric.