Ayer Argentina mejoró notablemente las sensaciones ofrecidas en los encuentros previos contra Bosnia e Irán, si bien Nigeria, por historia, era la segunda más fuerte del grupo F. Un partido que, a los cinco minutos, dejó a las claras dos cosas: la primera fue la ratificación de que Messi va a echarse a todo un país a la espalda, que ya está bien de que se hable tanto de Maradona y que el siglo XXI, y con este la eternidad, son suyos; y la segunda, en contraposición, es que va a tener que luchar no solo contra el rival que se le plante delante, Suiza en el caso de los octavos de final, sino contra las propias carencias de la albiceleste en la defensa, pues incluso la anarquía táctica del gigante de África los puso en apuros continuamente, de ahí el lógico temor a rivales de mayor pedigrí.

Vimos a un Di María que se ha erigido como catalizador del juego para los de arriba y enlace de lujo para la descarga de Mascherano y la verticalidad de Gago, ayer muy errático en los intentos de filtrar pases entre líneas. La libertad de Leo para bajar le permitía a Di María un mejor apoyo con la dupla de mediocentros, y la sustitución por el lesionado y desaparecido Agüero por Lavezzi, tirado al costado derecho la mayoría del tiempo, permitía tapar la subida del lateral opuesto a Zabaleta y, a su vez, acercaba al medio a un Gago, ya libre de tareas defensivas en esa parcela, para hacer más fluido el movimiento de balón. Dejando que Mascherano abandonase su posición para salir al corte, y así Argentina sufrió menos.

La sensación de que algo podía pasar se difuminó cuando Messi, MVP al final del partido por su doblete, fue sustituido por Ricky Álvarez, pasando a formar Sabella un 4-1-4-1 con Mascherano como único mediocentro defensivo, Di María-Biglia-Gago-Ricky en la línea de 4 y Lavezzi como punta único, de modo que el partido se convirtió en un correcalles en el que Nigeria tuvo ocasiones para igualar el tanto de Rojo (si, de Rojo, esta es la producción ofensiva de Argentina) que, al final, les dio la victoria a los argentinos. Quizá otro pelotero como, por ejemplo, Banega no hubiera estado de más en la convocatoria, pues la sensación es que, Messi aparte, si se rompe Gago están perdidos, no por la mayor o menos calidad de Fernando, sino por la ausencia de otro mediocentro creativo puro que pudiera sustituirle, pues es con esta clase de jugador con el que el juego de Argentina mejora notablemente.

Suiza, próxima parada, Shaqiri viene embalado y el sistema defensivo del conjunto helvético, descalabro francés por obra y gracia de Benzema aparte, es sólido, y tiene hombres a la contra que pueden suponer un peligro más que considerable para los Campagnaro, Zabaleta y compañía. Pero claro, con el de Júpiter ansioso por esta Copa del Mundo, nadie sabe a ciencia cierta quien le parará.


La primera gran noticia para la Argentina de Sabella es que Leo Messi sigue entre nosotros, que nunca se había ido y que quiere levantar este trofeo por encima de todas las cosas, además del triunfo ante una peleona Bosnia y Herzegovina que fue netamente superior todo el primer tiempo. Más que una Bosnia superior encontramos a una albiceleste excesivamente cerrada atrás, con ese sistema de 5 defensas que, a pesar de ser sobre el papel el mismo que el usado por Holanda, lo llevó a la práctica de forma diametralmente opuesta. Si Louis van Gaal concibió ese sorprendente 5-3-2 para aportar empaque a la zaga, fuerza al mediocampo y velocidad a la salida, el seleccionador de Argentina lo ideó meramente para no encajar y ni siquiera se atrevió a subir a un central para acompañar a Mascherano tras el tempranero gol en propia, aunque solo fuera para mejorar levemente la salida de balón. En los laterales, solo Zabaleta desdoblaba a un Messi que, junto al Kun Agüero, estaba aislado de lo que a él le gusta, el balón. Siempre pendientes arriba de un pase largo, una conducción de Di María o una pérdida de los balcánicos en zonas propicias para armar contras, pues con el balón la producción, tanto creativa como ofensiva, era una nulidad.

 

Ya en la segunda parte, tras el asedio de los Dzeko, Pjanic y compañía, el seleccionador vio la luz, lo cual tampoco era excesivamente difícil, y decidió quitar a Campagnaro por Gago, que no es Xavi pero, al menos, es un centrocampista creativo puro, y dio entrada al Pipita Higuaín en detrimento de Maxi Rodríguez que aportó más bien poco. La inclusión de un 9 referente liberó a un Messi hasta entonces hastiado de correr solo hacia delante, sin compañeros que le apoyaran la carrera. Y fue precisamente la conexión Higuaín-Messi la que generó el gol de la victoria, una jugada hecha mil y una veces por el astro argentino. Finalmente Sabella decidió sustituir a un gris Agüero, tanto en lo individual como en lo colectivo, por Biglia para fortificar el centro del campo y así asegurar el presumible triunfo en el debut del legendario Maracaná. Aunque Kolasinac, a pesar del mediocre partido que realizó, dejó para la historia el primer gol de Bosnia en la historia de los mundiales y, de camino, dejó retratado a Romero en un disparo relativamente sencillo. Willy Caballero tendría algo que decir, seguro.

 

En resumen, una Argentina que, usando ese 5-3-2 es un completo desastre tanto en posesión de balón como sin él, anárquica y aburrida hasta la saciedad; y otra albiceleste más vistosa, sin llegar a jugar bien, más creativa y con una propuesta que, salvo genialidad del auténtico arsenal ofensivo que posee, parece condenada a no llegar muy lejos frente a selecciones de mayor calado o, simplemente, mejor ordenadas.

 


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La oranje holandesa, ya exprimida por la prensa patria de antemano en otro soberbio ejercicio de pedantería, fue un primer trago excesivamente amargo en el debut mundialista de la vigente campeona.

 

Cuatro años. Qué pronto se dice y qué agonizante es la espera cuando miras cada día la foto de tu rival, con mirada asesina y oliendo la sangre, deseando darle caza. Casi un lustro ha esperado el batallón del comandante Arjen para galopar sobre el primeramente miedoso, posteriormente decadente y, por último, moribundo combinado español, roto en la sala de máquinas, falto de engrase, presión y trabajo en la recuperación; errado tanto en la selección de pases como a la hora de definir y, siendo generoso, el más absoluto de los bochornos en defensa. Van Gaal, probablemente de los técnicos más infravalorados y poco respetados en España, se coronó combinando la juventud de la zaga (de Vrij se ha doctorado e incluso se ha permitido el lujo de batir a un Casillas que no recuerda noche tan negra desde, por lo menos, el 5-0 del Camp Nou), la experiencia del medio campo y la genialidad de la pareja Robben-Van Persie, incordio constante para un Piqué, del que nunca más se supo tras Sudáfrica, un Ramos exageradamente fuera de tono a pesar de su genial final de temporada y un Íker con fallos más propios de pachanga de domingo que de cita en Brasil.

No fue siquiera la novedosa inclusión de Diego Costa, penalty inexistente aparte, un incordio para los de Van Gaal, que controlaron en todo momento la alternativa del pase largo que ofrecía el hispanobrasileño como punta. De hecho, fueron Silva primero tras una fenomenal asistencia de Iniesta, y Torres mucho después los que llevaron el peligro de la Roja, mucho más Furia hoy que en los 6 años anteriores. No ayudó a controlar el partido la sustitución de Alonso por Pedro, pues como ya pasó en la clasificación contra Francia, Busquets tuvo que ejercer toda la contención frente al tremendo vendaval de tulipanes en la zona de tres cuartos, lo que se tradujo en que España pasó de ser el rival a batir a un mero juguete al que Holanda se planteaba si destrozar en mayor o menor medida, porque fueron cinco, pero no engañamos a nadie al decir que pudieron ser el doble si, a botepronto, recordamos el fallo inicial de Sneijder, el cañonazo al larguero de Van Persie o la parada a última hora de Casillas ya con el 1-5 en el marcador.

Quizá lo verdaderamente preocupante de cara al próximo rival fuerte que se avecina, Chile, no es tanto el resultado sino la sensación, tan lejana como opuesta de aquella derrota contra Suiza que tuvo más sabor a accidente que a la indolencia de esta noche. Solo una derrota de esta magnitud permitirá a España saber el nivel de convicción y de fe en sí mismos que tienen, y deberán hacer oídos sordos al aluvión de críticas, reproches y caras largas del que serán víctimas a pesar de haber escrito en letras de oro la etapa más brillante de su historia y habernos hecho testigos. Es cierto que no podemos vivir del pasado, pero también es cierto que el crédito aun no se les ha acabado, que la poderosa y física Chile de Alexis y Vidal es el clavo ardiendo al que aferrarse, la próxima estación del camino y que, con esta generación, soñar está permitido.


Clasificación para cuartos al margen, el partido de anoche arrojó una conclusión definitiva en cuanto a este equipo: sobra talento, falta actitud. A pesar de que Xavi o el Tata nieguen la mayor y el icono barcelonista prefiera culpar al césped antes que admitir que el equipo prefería haberse quedado en casa antes que sestear entre la maldición de Anoeta y la desidia de Pucela. Aun con el resultado global positivo de 4-1 en los 180 minutos de eliminatoria, se pueden extraer una serie de interpretaciones de cara a lo que ha sido y, parece, va a ser el equipo lo que resta de temporada:

En la zaga el equipo es una banda y siempre existe el riesgo de que puedan encajar un gol que, normalmente, termina llegando, ya sea por balones que quedan muertos dentro del área y que nadie va a despejar; o por esa religión azulgrana que dicta que los corners son un penalty a favor para el contrario. Piqué pasa de partidos excepcionales, como ante el Atlético en Liga o el propio City, a ser un central de medio pelo contra equipos de media tabla, y del mismo modo con Mascherano. La situación de Bartra es inadmisible, quedándose en la grada en encuentros propicios para ganar rodaje. Alba suele cumplir a pesar de que su espalda es un auténtico agujero, del mismo modo que Alves.

El juego posicional prácticamente ha desaparecido y ahora son los jugadores quienes corren tras el balón en vez de que el balón corra entre ellos. Se esperan pases al pie, hay muy pocos desmarques y no siempre encuentran una conexión en el pase largo. La fluidez del medio campo se ve mermada a poco que el rival tenga ganas de incomodar a Busquets o a Iniesta, obligando a Messi a bajar para ayudar y logrando con esto que la producción ofensiva de los culés se vea muy reducida, por mucho que esté Neymar (muy apagado en este 2014) y la temporada de Alexis, en comparación a las dos anteriores, sea de sobresaliente. Song demuestra no encajar en la mayor expresión de juego barcelonista de transiciones rápidas y juego sin balón, pues siempre da uno o dos toques de más que retrasan la creación de juego. Hay pocas ayudas para mejorar la salida limpia de balón y el pelotazo, otrora recurso de emergencia, se ha convertido en la primera opción en saques de portería y ante presiones altas.

Finalmente el ataque, que aunque nos ofrece a varios jugadores y una cantidad ingente de goles, no funciona con automatismos, sino con arreones de individualidad y algún que otro pase entre líneas. Si Messi encara suele hacerlo solo, de manera que no puede descargar a ninguna banda para distribuir mejor el peligro, y las carreras por banda suelen acabar en un centro a ninguna parte o, en el mejor de los casos, un balón que debe rematar un tipo de 1’69. Esta temporada parece haberse hecho especial hincapié en esta jugada, pero creo que es mera lógica que las opciones de gol se ven drásticamente reducidas con este recurso, puesto que carecemos de un 9 de verdad o, al menos, de algún tipo alto que juegue cerca del área. Además existen muchos problemas a la hora de correr hacia atrás para defender contras o pérdidas en tres cuartos, quizá esto más producto del físico que de la motivación, de modo que parece no entenderse el sistema de rotaciones establecido por el técnico de Rosario.

Bernabeu, próxima plaza grande. Será la mejor vara de medir, con el permiso del Bayern, para dilucidar si en la travesía por el desierto en la que ha devenido esta temporada nos hemos topado con un oasis o con un espejismo. La actitud lo dirá.


Con la resaca del escalofriante 5-1 en Anfield se han debido de levantar estos dos días los aficionados gunners, que ven como en los partidos grandes (6-3 en el Etihad, 0-0 en casa contra el nuevo Chelsea de Mourinho; y 1-0 en el campo del peor United en décadas) se pone de manifiesto la urgente necesidad de reforzar seriamente la plantilla, porque el efecto Özil se ha ido desvaneciendo paulatinamente desde que aterrizara en la capital británica, y visto que no se ha fichado al joven Draxler y si a un Källstrom veterano y lesionado, la gestión de incorporaciones y bajas se está viendo muy cuestionada por el hincha.

Desgranamos por líneas el 11 tipo de Arsène Wenger en esta temporada y de cara a lo que le resta. Szczesny no es de los mejores metas del mundo, pero se limita a cumplir, y en los últimos años ha salvado al Arsenal de alguna que otra derrota importante. Fijo para el técnico francés. En la zaga la pareja Koscielny-Mertesacker se ha consolidado de forma muy eficiente, llegando a lograr un notabilísimo bagaje defensivo en el Emirates en comparación a otras ediciones de la Premier (solo 6 goles encajados en Premier esta temporada por 23 la temporada pasada o 17 en la temporada 2011-2012). En los laterales Sagna es un fijo por su experiencia y su versatilidad a la hora de colocarse como central, salvando las distancias; y la rotación Gibbs-Monreal debido a las lesiones frecuentes del inglés. Un doble mediocentro formado por Arteta y Wilshere que aporta fluidez al juego de toque gunner pero que resta balance defensivo, banda derecha para Oxlade en detrimento de Walcott, lesionado de larga duración, y banda izquierda para Santi Cazorla, logrando combinar calidad y velocidad en las alas del juego; Özil como enganche y engranaje fundamental del juego en tres cuartos; y Giroud como 9 puro.

Visto el 11 tipo destacaremos la irregularidad de Özil, más patente ahora que en su etapa madridista por la ausencia de calidades superlativas como Cristiano Ronaldo, Modric o Benzemá que tapen sus errores; y la indolencia en el puesto del 9, cosa que viene de lejos en el conjunto del técnico alsaciano desde la marcha de Henry y salvando el caso de Van Persie (a saber, tipos como Bendtner, Eduardo, Carlos Vela, Chamakh, Gervinho han intentado, obviamente sin éxito alguno, paliar la marcha de la leyenda francesa). Es, por tanto, necesario que de cara a la temporada que viene se realice un golpe al mercado lo suficientemente serio como para que el Arsenal infunda un mayor temor en punta de ataque. Giroud vino por una gran temporada en Francia, donde el Montpellier se hizo con el título liguero gracias a su eficacia goleadora, pero Inglaterra es otra cosa. De igual modo, las continuas y prolongadas bajas de Aaron Ramsey, que se destapó como goleador en el primer tercio de temporada, no ayudan a un equipo cuyo fondo de armario es paupérrimo, con suplentes del nivel de Fabianski, Miyaichi, Vermaelen, Sanogo o Jenkinson. En otras palabras, un equipo que basa su juego en la calidad resulta no poseerla salvo en casos aislados.

En definitiva, creo que en el campeonato doméstico así como en las competiciones coperas tiene, si no expectativas de título, opciones mucho más sólidas de acabar la temporada con el puesto Champions asegurado que en ediciones anteriores, quizá la última la más dramática por quitarle el puesto a sus vecinos del Tottenham a falta de una jornada para concluir la Premier. Europa le ha deparado el peor emparejamiento posible, el omnipotente Bayern de Guardiola, y expuestos al comienzo del artículo los resultados negativos contra conjuntos muy potentes, no se atisban indicios de que la eliminatoria contra el conjunto muniqués vaya a ser muy distinta.